Los parásitos, Nestor Palmetti, Prama

Los parásitos: ¿QUIÉN ES PARÁSITO DE QUIÉN?

¿Los parásitos son inferiores y despreciables? No. Tienen más eficiencia adaptativa que humanos y animales. Han sido la fuerza dominante en la evolución de la vida en el planeta. Son la forma de vida más exitosa de la tierra. Están desde antes que nosotros y estarán también después. Su historia de millones de años recién está empezando a emerger. Ahora se sabe que equilibran ecosistemas. Farmacéuticas ya trabajan en extraer y copiar principios activos de los llamados despectivamente “bichos”.

Reproducimos aquí un artículo de Nestor Palmetti, escritor del cuaderno «Los parásitos», entre otros. Todos sus escritos encontralos en Lo de Pérez.

Es buen momento este comienzo de año para reprogramar muchas cosas. Entre ellas, el tema de los parásitos, que tanto generan en nuestras vidas. Es difícil definirlos. La Real Academia no nos ayuda con “Dicho de un organismo animal o vegetal que vive a costa de otro de distinta especie, alimentándose de él y depauperándolo sin llegar a matarlo. Dicho de una persona que vive a costa ajena”. Entonces ¿los humanos somos parásitos?.

“Los parásitos se hicieron conocidos, o al menos sus efectos, hace miles de años, mucho antes de que los griegos crearan el nombre parásito — parasitos—. La palabra significa literalmente «junto a la comida», y los griegos tenían algo muy diferente en mente cuando usaban esa palabra, refiriéndose a los oficiales que servían en los banquetes del templo. En algún momento, la palabra se deshizo de su significado estricto y se usó para referirse a una especie de «adulador», alguien que podía conseguir una comida ocasional de un noble proporcionándole una buena conversación, entregándole mensajes, o realizando alguna tarea para él. Finalmente, el parásito pasó a ser un personaje habitual en la comedia griega, con su propia máscara. Esto ocurría muchos siglos antes de que la palabra pasase al campo de la biología, para definir la vida que vacía otras vidas desde dentro. Pero los griegos ya conocían los parásitos biológicos. Aristóteles, por ejemplo, reconoció criaturas que vivían en las lenguas de los cerdos, recubiertas por quistes tan resistentes como perdigones”.

Quién nos ayuda en esta tarea de reinterpretar a los parásitos y sus funciones, es Carl Zimmer. Se trata de uno de los divulgadores científicos más importantes de la actualidad. Empezó escribiendo sobre ciencia en la revista Discover, y desde entonces ha escrito 13 libros sobre biología, medicina y neurociencia. Actualmente es el autor de uno de los blogs más prestigiosos sobre ciencia, The Loom. Desde 2013 es columnista en el New York Times, donde escribe semanalmente sobre ciencia, y colabora habitualmente con publicaciones como National Geographic, Wired, Scientific American, Science, Popular Science y Discover, y con varios programas de radio como Radiolab y This American Life.

Son especialmente conocidas sus conferencias sobre evolución y sobre el extraño mundo de las criaturas más pequeñas, los virus y los parásitos, protagonistas de varias de sus obras. Zimmer ha demostrado ser un excelente explorador de las fronteras de la ciencia, lugar desde donde los científicos intentan expandir nuestro conocimiento del mundo. Todo eso le ha reportado numerosos premios a lo largo de su carrera, como el National Academies Science Communication Award (2007) y el Stephen Jay Gould Prize (2016), premio concedido por The Society for the Study of Evolution, en reconocimiento al esfuerzo continuo por hacer más comprensible para el gran público la biología evolutiva. Su influencia es tal que es el único escritor con cuyo nombre se ha bautizado a una especie de tenia.

A través de su libro, justamente llamado simplemente “Parásitos”, nos da un revolcón a los paradigmas y creencias que tenemos como sociedad humana. Los humanos existimos dentro de Gaia, y dependemos de ella para nuestra supervivencia. En la actualidad la estamos agotando. Retiramos la capa superficial del suelo con nuestras granjas sin reemplazarlo; pescamos en nuestros mares; y talamos los árboles de los bosques. Pensé en aprender cómo usar la naturaleza sin acabar con ella. Este era un nuevo significado que los parásitos podían tener para nosotros, uno que podría ser biológicamente fiel sin convertir la vida en una película de terror, sin implicar que los parásitos puedan salir desde nuestro interior abriendo un agujero en el pecho.

Los parásitos somos nosotros, y la Tierra el hospedador. Puede que la metáfora no sea perfecta, pero suena bien. Desviamos la fisiología de la vida para nuestros propios propósitos, utilizamos fertilizantes para cubrir con ellos los campos de cultivo, más o menos igual que las avispas desvían la fisiología de su oruga para tener el alimento que necesitan. Agotamos esos recursos y dejamos atrás nuestros desperdicios. Si Gaia tuviera un sistema inmunológico, podría ser la enfermedad y la hambruna, el cual podría evitar que una especie explotadora conquistara el mundo. Pero hemos esquivado estas salvaguardias con medicinas, baños limpios y otros inventos, que nos han permitido llegar a ser miles de millones los que estamos en este planeta.

No hay nada vergonzoso en ser un parásito. Nos unimos a un gremio venerable que lleva en este planeta desde su infancia y que ha llegado a ser la forma de vida más exitosa del planeta. Pero somos torpes en nuestra forma de vida parásita. Los parásitos pueden alterar a sus hospedadores con gran precisión y los cambian por propósitos concretos: para regresar a su hogar ancestral en un estanque, o para pasar a su fase adulta dentro de una golondrina de mar. Pero son expertos en causar solo el daño que es necesario, porque la evolución les ha enseñado que un daño sin motivo a la larga les dañará a ellos. Si queremos tener éxito como parásitos, tenemos que aprender de los maestros”.

Néstor Palmetti, escritor del libro «Los parásitos«. Encontralo en Lo de Pérez.

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